MOMENTOS
Acto primero, creación
Estaba deseando salir. Después de un día pegajoso, Madrid huele mal, a rueda quemada, a cemento al rojo vivo y alquitrán pastoso. La ciudad se desangra y se vacía en los primeros fines de semana del verano y atrás va quedando el ajetreo de coches, de luces, de gentes que van de un sitio a otro como ratones queriendo escapar de la jaula de hormigón y «zonas verdes» en la que se ha convertido esta capital inhumana.
Según voy haciendo kilómetros acercándome a la Sierra de Gredos, con la noche a punto de salir al escenario, la infinita recta del Valle Amblés se convierte en el teatro en el que se va a representar una obra magnífica, una coreografía que todas las noches se puede ver en este lugar único. Todo listo para que comience la función. El telón del día se retira y deja ver el atrezzo negro con las siluetas aún perceptibles de la montaña al fondo. Entran en escena, poco a poco, las estrellas que cortejan esta noche a una luna fina, discreta y elegante que se recuesta también a disfrutar del espectáculo.
De vez en cuando se encienden los focos de los pocos coches que voy encontrando hasta que llega el momento culmen de la obra, el silencio lo inunda todo, miro arriba y allí está el descomunal manto de estrellas y una vez más me rindo ante la Creación, ante la maravilla de la obra del Creador. Atrás quedó el ruido y el estrépito, ahora todo es silencio y paz.
No hay cobertura. Puedo dormir.

Ávila, 15 julio 2016
© Texto y foto Miguel Ángel Blázquez
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