POESÍA
A Víctor Ochoa
Aquella mañana
en el pabellón de las bestias
se abrió el portón de la fragua.
Como Vulcano en vaqueros,
entre Satanes y fieras,
apestando a hierro fundido
me llevaste de la mano
al mismo infierno.
Sorteando esqueletos,
pisando ceras y barros,
arrancándome ideas.
Perturbando mi mente
con historias de mitos
y seres desmembrados.
Acariciabas ninfas inertes
con tus falanges de acero,
atrapadas en garras de lujuria
y gritos de miedo.
Aún abrasa,
después de tantos años,
aquella escena
que dejó sin palabras
al poeta imberbe,
temblando ante un arcano
domador de riadas incandescentes,
pintor de masas de bronce.
Así avanzamos,
tú con tus años, yo con los míos,
en esta lucha de titanes
que es la vida del artista.
¿Realidad o deseo?
Por mucho que busco
no encuentro respuesta
en eso que llamamos
días, horas, segundos.
Extraña materia sin cuerpo
que nos une viviendo
y se funde muriendo.
Especie en extinción,
rara avis, tú y yo sabemos
que vienes de otra era,
de otro tiempo, de otra tierra.
No lo olvides nunca.
Tú me enseñaste
en los cafés del Suecia
a esculpir palabras,
a dibujar versos,
a dominar el fuego.
En la mazmorra de los Madrazo,
los surcos de tus manos
curtidas de lava y ceniza,
modelaban un mundo
celestial y dantesco,
utópico y extremo,
misterioso y eterno.

8 marzo 2019
© Miguel Ángel Blázquez
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