POESÍA
El agrónomo sin tiempo
Encaramado en su terruño
el agrónomo sin tiempo
extirpa las malas hierbas
como si arrancara las angustias
de su infinito subsuelo.
El caño de PVC gris
entona un preludio de agua fresca
acompañado por una orquesta
de instrumentos improvisados.
Campanas de Domingo,
trinos y cencerros
inician la obertura
que deja paso al viento,
andante ma non troppo,
silenciado por la percusión inoportuna
de los cilindros desafinados de un Fiat azul.
Arriba el castañar,
abajo el Valle de Dios,
verde, siempre verde,
obscenamente húmedo y frondoso,
vergel magnífico que hunde sus raíces
en el Cantábrico.
El agrónomo sin tiempo siega lo suyo,
le faltan horas, le curte el viento,
le sobran hierbas, le duele el regreso
a la ciudad de los números,
de los días sin cielo.
Mañana saldrá de casa, apurado,
con los cálculos en la cabeza
camino de la primera reunión
y al accionar el mando del garaje,
observará la tierra en sus uñas,
se llevará los dedos a la nariz
y sonreirá respirando de nuevo
el aroma inexplicable y puro,
sustrato de vida y alimento
que le devuelve la alegría.

Valdediós, Junio 2018
Poema a Antonio Hernando
© Miguel Ángel Blázquez
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