MOMENTOS
Google maps y la realidad
Después de un par de meses visitando a golpe de click las costas de Cádiz, la desembocadura del Guadalquivir, el parque de Doñana, la ermita de la Virgen de Regla, Sanlúcar, Jerez de la Frontera, Chipiona,… y habiendo recorrido virtualmente todas las callejas que circundan a la casa «La mojarrita» que he alquilado para pasar unos días de julio, después de tanta planificación he llegado al destino y todo me ha sorprendido. Me sorprende la guarrería que hay en las callejas y caminos de los aledaños de la casa, al lado de la playa de Montijo, me sorprenden las moscas que parecen querer robarte las raciones de la mesa en el chiringuito, me sorprenden los restos de chapapote en la playa, me sorprende todo, en definitiva, me sorprende la realidad.
Soy un turista de semana, preferiría ser un viajero con más tiempo pero este turismo express que practicamos tantos españoles por falta de tiempo y de presupuesto es ajetreado y poco inspirador y a pesar de ello esta mañana, con la marea baja, he podido disfrutar de un momento de placer, de silencio y de inspiración.
Un vejete alto y flácido va y viene haciendo running por la arena de la playa. Los colgajos de sus carnes apuntan a una edad por encima de los ochenta pero su moreno y su tesón ya lo quisieran mis cuarenta y cuatro. Con la mirada fatigada alcanza a hacerme un gesto como de saludo y le respondo con un alzado de cabeza que es como se saluda cuando no tienes nada de qué hablar ni tiempo para ello. El abuelo se pierde en el codo de la playa donde están los corrales de pesca. No creo que le vuelva a ver.
Desde el ojo de Google Maps todo es diferente, estático, fugaz. Pulsando un botón puedes situarte en la hamaca de la piscina de un hotel en Bali y de ahí, saltar como por arte de magia a la punta de una pirámide en Egipto. Esto le quita mucho encanto al viaje, nos convierte en planificadores de trayectos y acota de forma preocupante la posibilidad de que existan imprevistos, de tener que tomar decisiones en función de la realidad. Somos dueños del tiempo y todo está a nuestro servicio, nada puede ser diferente de como lo hemos contratado y los viajes acaban siendo una extensión de nuestro trabajo, el resultado de una gestión perfecta para que no queden cabos sueltos.
¡Benditos cabos sueltos!
15 julio 2016
© Miguel Ángel Blázquez