EPISTOLARIO
Gracias don Manuel
Carta a D. Manuel García Morente
Querido D. Manuel.
Desde hace un tiempo asisto a sus clases y aunque usted no me conoce, sus lecciones están despertando en mí un gran interés. No recuerdo con exactitud cómo supe de usted, quizá fue Niceto Blázquez, un tío sacerdote quien me habló por primera vez de su forma de enseñar filosofía o tal vez fue Rogelio Rovira, un colega suyo de la facultad de Madrid quien me invitó a leer algún escrito pero en cualquier caso, aquí me tiene asistiendo a sus lecciones un poco mayor para empezar a recorrer los inabarcables caminos de la filosofía pero con el deseo de conocer abierto de par en par.
Suelo sentarme en la última fila del aula, donde casi nadie puede verme. Si le soy sincero he pasado muchos años de mi vida como estudiante en la última fila pero sus clases me están interesando tanto que me gustaría estar algo más cerca para poder no sólo escucharle sino también verle y observar cómo disfruta enseñando.
En verano leo sus cartas, sus escritos y al volver al curso retomo sus lecciones y es a través de ellas como he ido conectando con otros pensadores, Platón, Eurípides, Ruskin, Bergson, Marcel, Kierkegaard…
Es una vocación extraña esta del gusto por la filosofía a mi edad. Con 44 años, quiero pensar que la gente normal se ocupa de otras cosas más rentables digo yo. Algunos apuntalan los cimientos de la seguridad del futuro en sus años productivos, otros ceden ante la evidencia de los sueños no cumplidos, muchos siguen corriendo tras el poder, tras el éxito, el dinero, haciendo caso omiso de las escrituras y otros sencillamente callan y se encaminan hacia una vejez prematura pero… ¿Por qué me pasará esto ahora? A veces pienso que 44 no son años para asistir a clases furtivas de filosofía pero si es verdadera vocación de alguna manera ha debido estar siempre ahí y cierto es, que desde hace unos años, se manifiesta de forma natural y sin artificios. Busco ese instante en el día o en la noche para poder leer un párrafo ya subrayado de Montaigne, para indagar en lo que nos quiere decir Péguy a los hombres de hoy, para conocer Venecia con Ruskin o para asistir al discurso de Unamuno en el Ateneo sobre Nicodemo el Fariseo. ¡Qué maravilla!
La tentación es siempre la misma. ¿Esto no será una pérdida de tiempo? Pero ¿qué es el tiempo? Espero que en alguna de las próximas lecciones nos hable usted del concepto tiempo. Estoy leyendo ahora un libro de Nieremberg sobre lo temporal y lo eterno. Yo pienso que aquello que tiene que ver con lo eterno nunca es una pérdida de tiempo. Por el contrario no vivir lo temporal en función de lo eterno me parece una gran temeridad. Espero que podamos discutir sobre ello la próxima vez que nos encontremos.
Tengo mucho interés en ver cómo va a impartir las próximas lecciones pero si le soy sincero, las primeras me han resultado un poco pesadas, más por un prejuicio mío que por la forma en que usted aborda los temas. A pesar de ello ha conseguido engancharme.
Siempre he pensado en los clásicos como en pensadores a veces ininteligibles, barrocos, lejanos a nuestra realidad pero usted me está proponiendo un método que me ayuda a mirarles con otra perspectiva.
Gracias D. Manuel
9 noviembre 2015
© Miguel Ángel Blázquez