Gracias, José María
Intervención de Miguel Ángel Blázquez en la presentación del libro de José María Zavala, La historia rescatada, junto a Francisco Marhuenda y Javier Sierra.
Buenas tardes.
Gracias José María por esta invitación. Gracias Paco y Javier, por acompañarme en esta faena y a todos ustedes por su presencia en el tendido esta tarde. Gracias también a la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria y al CEU por acogernos en esta maravillosa plaza y a Custodian Books, una editorial joven y con una carrera muy prometedora por delante. Muestra de ello es este libro que hoy presentamos.
Algo parecido a lo que ahora siento debe vivir un novillero cuando toma la alternativa.
Recibo esta invitación como un gesto de amistad, confianza y generosidad a la que no podía negarme a pesar de lo que significa compartir cartel con figuras de la talla de quienes me acompañan.
Aquí estoy con el temor y el temblor propio de un debutante, de un aprendiz y no quisiera abandonar la posición del novillero que observa todo desde el callejón deseando aprender lo que otros me enseñan. Además tengo el privilegio de saltar al ruedo con Paco Marhuenda y Javier Sierra para lidiar un astado de 424 páginas de la casta, del hierro, de la pluma inconfundible de José María Zavala.
Escribir, editar, imprimir, vender y por supuesto leer libros forma parte, todo ello, de una escenografía compleja y fascinante. Siempre he pensado que no hay mejor prescripción que la recomendación de un amigo, de alguien que te conoce y te invita a leer un libro. Por supuesto todo es necesario para que un título llegue a las manos del lector. Una presentación como esta, las entrevistas en medios, las firmas en la feria, las menciones en redes sociales, los editores, distribuidores y libreros… todo ello conforma la tramoya del libro, de ese monólogo silencioso que en la mayoría de los casos representa el trabajo del escritor hasta que su obra llega a quien lo lee. Como digo todo es importante pero la recomendación personal, el boca-oído de toda la vida tiene siempre, al menos para mí, un acento especial, un calor humano que no se debe perder.
Anoche hablaba con un hijo mío que tiene 20 años recién cumplidos sobre las nuevas gafas de realidad aumentada que acaba de presentar una conocida multinacional de gadgets tecnológicos. Él afirmaba categóricamente: “Padre, asúmelo, los libros van a desaparecer y en un futuro no muy lejano estarán expuestos en museos o atesorados como patrimonio cultural”. Lo dice el hijo de un padre que edita, escribe, ama los buenos libros y ha llegado a meterlos en la biblioteca del sótano de la casa furtivamente por la puerta del garaje en bolsas de congelados del Mercadona o escondidos bajo abrigos en pleno mes de julio, y que además, para más INRI, también es nieto de un editor y librero… He podido visitar en los últimos años las ferias del libro en Guadalajara, Buenos Aires y por supuesto la que ahora se celebra en Madrid y siempre hay algo que me hace mantener la esperanza. El libro está muy vivo, hay gente joven y genera unidad entre las personas.
Todo esto daría para otro debate pero no olvidemos que estamos aquí para presentar el último volumen de la trilogía de artículos escritos por José María Zavala en los últimos 10 años rescatados de los anaqueles de la redacción del periódico La razón.
Pienso que alguien que asiste a la presentación de un libro como hoy sucede aquí, que lo compra y lo lee está haciendo en realidad un gesto de mecenazgo cultural importantísimo, además de recibir los beneficios que el libro le aporta, si es bueno, como en este caso, para la mente y el alma.
Es la segunda vez que participo en una presentación desde la mesa de ponentes como editor aunque hoy no soy el editor de tu libro y sí quien ha diseñado mano a mano contigo la portada. Estoy como me dijiste, en calidad de amigo. La primera presentación fue muy amarga y conmovedora. El autor falleció repentinamente una semana antes del acto que ya estaba organizado con los presos de la cárcel de Valdemoro y decidimos seguir adelante porque él se mostró entusiasmado con la posibilidad de poder hacerlo en un lugar tan singular, ante hombres, que por su condición de presidiarios, no tenían menos derecho que nosotros a disfrutar de un momento así. El libro relataba historias de personas que habían encontrado la fe en la peor circunstancia de su vida.
Volviendo a tus 100 historias he podido aprender muchas cosas que desconocía o que recordaba vagamente. Todas ellas me han dejado un poso de bien, porque no hay nada más gozoso como aquello que te aporta algo bueno para la vida y esta posibilidad de seguir estudiando la historia de España y del mundo y conocer a los protagonistas a través de tus artículos es para mí un bien impagable.
Recuerdo a Unamuno cuando apuntaba que hay dos tipos de escritor: el escritor ovíparo y el escritor vivíparo. Yo, con permiso de don Miguel y del respetable añadiría una tercera denominación en tu caso parafraseando a don Matías Martí, el inventor de palabras de La Colmena, “Quiero por tanto, querido e ilustrísimo amigo José María Zavala regalarle hoy una palabra que he inventado para usted”. OMNÍPARO, porque eso eres, un escritor omníparo. Este es un adjetivo que por lo que he podido comprobar no existe en español y que en portugués significa “Que produz tudo ou cria tudo”. Es decir que lo produce todo o lo crea todo. Eres pues un creador incansable, insaciable y este trabajo, como todo lo que haces, escribir artículos, ensayos, novelas, guiones, dirigir películas, todo ello es ejemplo preclaro de lo que digo.
Acepté tu invitación sin saber que el libro que nos pedías presentar requería, al menos para mí ha sido así, de un trabajo de relojero. Leer estas 100 historias rescatadas ha sido una verdadera delicia. Algunas me han hecho reír, en muchas de ellas he vuelto a tus libros sobre los Borbones, Andreu NIN, Padre Pío o Madre Esperanza para saber más, porque estos artículos son aperitivos de un ágape mucho mayor. Otras historias me han dejado en silencio conmovido y en ocasiones me han llegado a emocionar.
Poder ir saltando de época, de momento histórico y de personajes cada tres o cuatro páginas, (Un formato de lectura por cierto muy recomendable para hiperactivos como yo) me ha permitido disfrutar a sorbos, deliciosos, de tu buen hacer como escritor y periodista pero sobre todo te agradezco el hecho de que te hayas lanzado de nuevo a recopilar el trabajo de tanto tiempo para que podamos disfrutarlo en esta forma unificada y maravillosa, en este libro de papel, ejemplo de lo que Fabrice Hadjadj denomina el “materialismo”, entendido como relación con la materia, porque este volumen es en sí, una forma estupenda de sumergirse en la historia, de acariciarla, de saborearla, de olerla, disfrutarla y, por supuesto, de aprender. Estoy aquí, insisto, por esta amistad que nos une y ya que tú me has regalado estas 100 historias, te quiero regalar yo una breve historia que he rescatado de mi cajón de inéditos y que comparto también con todos ustedes.
Hace tiempo conocí a un chico muy inquieto al que no le gustaba estudiar y que se pasó gran parte de su etapa escolar en la última fila de la clase dibujando zapatillas de deporte, fabricando sofisticadas chuletas para los exámenes o escribiendo notas de amor. Ese chaval que ya se empezaba a afeitar, que sufría de amores, que veía cómo la vida se volvía cada día más seria, era consciente de que tenía todo por aprender cuando escuchaba conversaciones de gente que hablaba de historia, de literatura, de arte, de política, de filosofía… Ese adolescente del que hablo tuvo la fortuna de encontrarse un día con un hombre sabio y le preguntó: ¿Cómo puedo aprender lo que tú sabes? Y éste le contestó mirándole con afecto: “Todo lo que necesitas saber está en los libros”. Desde ese día, poco a poco, gracias a los libros y al encuentro con otros auténticos maestros que confiaron en él, con personas que le hicieron descubrir que la belleza y el conocimiento no son patrimonio exclusivo de nadie pudo emprender un camino apasionante a pesar de cómo le juzgaban algunos. Aquel hombre sabio fue mediador para ese chico de un “despertar del deseo de conocimiento en su vida”, algo que puede sucederle a cualquier persona que tenga un deseo hambriento y un espíritu libre, sea cual sea su pasado o su circunstancia. Ese chico está sentado aquí, en esta silla, hablándoles a ustedes, disfrutando de seguir aprendiendo.
Tu libro me ha ayudado a rescatar el gusto por la historia, esa historia que no me sedujo en su momento y que hoy devoro con gozo. Todo ello me lleva a esta ulterior reflexión apuntada ya. ¡Qué importante es la figura del maestro! José María tú, para mí, eres uno de ellos.
Bien sabes que hemos compartido momentos, en su gran mayoría felices y también difíciles que han hecho crecer siempre esta amistad “fraterna” como la has denominado alguna vez.
Gracias por este libro. Espero que mucha gente pueda disfrutar de él. Un libro que debería leer todo joven de 20 años en adelante, además de utilizar las gafas de realidad virtual, para hacer una experiencia real, tangible, sensorial y que puede compartirse con los demás.
Gracias por el fruto de esta vocación.
Miguel Ángel Blázquez