REFLEXIONES
Herido pero no muerto
Caravaggio. La incredulidad de Santo Tomás (1602)
La mayor podredumbre que puede haber en un escritor, en un artista, en un ser humano es su propia censura. Es necesario despojarse de todo. Dibujar un cuerpo es mucho más que representar ese cuerpo, esa carne. Significa saber lo que sucede en el corazón cuando se es abrazado, acariciado, besado, querido, golpeado, herido… Las palabras son a veces más dolorosas que los golpes. Escribir es abrir el alma a quien es capaz de ver más allá de lo epidérmico. En ese lenguaje se crean las obras más íntimas, las más potentes, los versos más profundos, los trazos más libres.
¿No es una forma de desnudarse la palabra? ¿No es cierto que nace en un cuerpo?, germina en un corazón, brota de una herida, se recrea en una visión. ¿No son formas de desnudarse los dibujos, los poemas, los artículos, las novelas, las películas, las canciones?. Obras siempre menores que emanan de la gran obra que es cada persona creada a imagen y semejanza del Creador. Todas esas expresiones nacen en una carne concreta, en un ser único e irrepetible.
Desnudarme escribiendo es la forma en la que busco la verdad. Tengo una herida que escuece, se infecta, supura, que no se cura sin la medicina de lo divino y solamente el soplo de la verdad mitiga ese insoportable dolor. Una herida que no se cierra con pastillas ni con terapias. Solo el Amor de Dios puede hacer que esa herida infecta de la que manaba sangre y fuego pueda sanar y brote de ella agua pura y limpia, haciendo renacer todo lo que estaba muerto.
© Miguel Ángel Blázquez
16 abril 2019
«…¿Dices que te avergüenzas de tu carne? Piensa que no hay nada en ti que no sea necesario para crear al hijo que amo, que no se parece a ningún otro. ¡Oh, destino único de mi hijo!… Yo soy el Dios que no ha querido que existiesen en todo el Universo dos hojas iguales. Pero te amo hasta exigirte que cooperes en tu creación. Yo te suministro los elementos: el oro más puro, el barro más triste. Descubre tu secreto; utiliza lo mejor y lo peor que hay en ti para el perfeccionamiento de esta alma que pondrás en mis manos a la hora del In manus tuas Domine...»
Así, en la carretera que el viento ha secado, se habla Maryan a sí mismo, y ya, a pesar de él, falsifica la palabra de Dios. Piensa en la organización de su vida. ¡Cuán rico se siente de repente!… Nada hay en él que no pueda servir; crear su alma es la obra esencial pero hay otra obra que prefigura a ésta, o, mejor dicho, que la revela a los otros hombres. «!Escribir¡, y que mis libros sean los comentarios del alma que a cada instante me creo; que se amolden a sus meandros; que en ellos yo reconozca mi rostro más secreto. Si existen en mi obra rastros de podredumbre y de pus, buscaré la úlcera en el fondo de mí mismo.»
François Mauriac, El demonio del conocimiento.