María Zambrano, Mujer
Ponencia de Miguel Ángel Blázquez en el congreso María Zambrano, nuestra filósofa
Teatro Pavón. 14 de enero 2024


En esta ponencia voy a tratar de acercarme al abismo de María Zambrano que es, en definitiva, el abismo insondable e ignoto para el hombre que es la mujer. Tomando pues conciencia de esta evidencia, por justicia debo admitir, no sin pesar, que tan sólo podré asomarme, avecinarme a lo que María Zambrano experimentaba en su universo interior. Un universo de sensibilidad fascinante que el hombre sólo podrá a lo sumo intuir. Para ello ha de existir en el varón una particular predisposición en relación a lo femenino y sobre todo tener la fortuna de encontrar en la vida mujeres que despierten en él esa fascinación y ese deseo de conocimiento. Un camino apasionante sin duda. María Zambrano fue una seductora del intelecto y como veréis no tenía pelos en la lengua. Escuchad lo que dice refiriéndose a la mujer para que vayamos abriendo boca ya con sus palabras: "Su sexo la liga con el cosmos mientras al hombre su sexo no le sirve apenas de nada, sino de angustia de impulso infinito, infinito e insaciable"

No pretendo centrarme en la cuestión del feminismo pero sí conviene dar algunos datos. Hablamos de una mujer que nace a principios del siglo XX, otra época en la que educadoras, escritoras, artistas, intelectuales, pensadoras y revolucionarias, fueron las que portaron en un inicio el estandarte de la lucha por la igualdad de la mujer. Más tarde se unirían las mujeres de la clase obrera y, ya en los años 60, calaría en todos los estratos sociales y edades lo que se denomina el feminismo. Muchas de ellas son feministas reconocidas hoy como pioneras de un movimiento del que, curiosamente, la propia María Zambrano se desmarcaba. Escuchémosla en una entrevista que le hicieron en televisión: “Yo no soy feminista, soy femenina” “No cedí” sentencia al final… Se refiere aquí a su etapa universitaria, antes de la Guerra Civil, años en los que ya se había iniciado, quizá con otros términos y otras demandas el camino de un feminismo antaño original que se basaba principalmente en el reclamo de los derechos de la mujer que hoy podemos dar por descontado a pesar de que hay muchas cosas por resolver incluso dentro del propio movimiento feminista. Las mujeres eran víctimas de una desigualdad flagrante. No olvidemos que no podían votar, no podían tener una sociedad mercantil a su nombre, tampoco podían disponer libremente del dinero y ni siquiera sacarse un carnet de conducir en los años 30, por no hablar de los matrimonios de conveniencia. Es muy significativo que entonces no reclamaban ser como el hombre ni identificaban al hombre como un enemigo porque si algo tenían claro era su ser mujer. 

Este acercamiento a María Zambrano, como me ha sucedido anteriormente por ejemplo con Victoria Ocampo, escritora e intelectual argentina algo mayor que ella, me permite confirmar no sólo las diferencias obvias por naturaleza entre el ser femenino y masculino sino el parecido y la posibilidad de un acercamiento fructífero y constructivo que algunos hombres pueden experimentar en relación con la mujer. Este no es un discurso acerca de la identidad. Hablo de sensibilidad, de humanidad. No olvidemos, y recurro aquí de nuevo a Ocampo, que “todo hombre ha nacido de una mujer”.

Hemos escuchado a María Zambrano decir que no era feminista sino femenina. Ella tenía una posición clara respecto a la desigualdad entre sexos ya que poseía una inteligencia que le hacía ir mucho más allá de una limitada posición ideológica o de una reclamación utópica.

Cito
“En este sentido se podría decir que Zambrano levantó su voz ante la "desigualdad", pero no sólo, ni siquiera principalmente, denunciándola, sino empeñando su propia actividad creadora en la expresión de la condición femenina, como algo decisivo en la marcha de la historia y que "pide ser sacado del silencio".
Fin de la cita

Eran mujeres que reivindicaban sus derechos desde atalayas menos instrumentalizadas y mediáticas que las actuales y, si me permitís, diría que más inteligentes. Recuperamos hoy la memoria de María Zambrano, memoria que podría extenderse a muchas otras mujeres conocidas o desconocidas que fueron bastiones de la presencia femenina en la cultura y en las letras de nuestro país y en el mundo. 

Cito
Si algo destaca en el pensamiento de María Zambrano es la perspectiva femenina que otorga a su obra. Su saber no se desarrolla desvinculado a su condición de mujer, si no que más bien se enriquece de ello, por lo que hablar de qué es la mujer y cómo entender el feminismo, nos lleva indiscutiblemente a hacer referencia a una de las mujeres cumbres del pensamiento español del Siglo XX.
Pero se ha de destacar el carácter propio y original con el que María Zambrano se aproxima a la idea de lo femenino y la mujer.  En primer lugar, no escribe desde una perspectiva feminista sino femenina. Pues continuas eran las tensiones entre María Zambrano y el feminismo. No obstante, caemos en un error si entendemos la figura de Zambrano alejada del movimiento feminista y la preocupación sobre los temas relacionados con la mujer.
María Zambrano desde la autonomía y defensa de su visión de la mujer entiende y valora el feminismo como un movimiento de reivindicación de la igualdad; ahora bien, considera que esta igualdad no puede hacerse construyendo una idea de mujer idéntica al hombre. Para ella, lo femenino posee unas características y valores propios. Construye la idea de mujer- como se verá posteriormente vinculada con la idea de poesía. Defiende por lo tanto, una concepción femenina distinta al hombre, pues solo así se consigue desde su punto de vista la libertad de la mujer. 
Fin de la cita

Leamos a María en la columna Mujeres de El liberal en 1928.
"La mujer camina en su evolución, adquiere personalidad día por día; lucha y se esfuerza, aborda de frente los problemas, da la cara a la vida. Frente a este cambio femenino, el hombre se aterra y añora melancólicamente los tiempos en que ellos no tenían más ideal que atender sus exigencias exóticas y domésticas. En algunos tipos exaltados el asombro se torna en reacción aguda de odio y rencor: su dignidad de gallo no puede permitir que la mujer -una mujer- no agote la existencia en la servidumbre de sus deseos [...] Esto explica algunos de los crímenes llamados pasionales que no el amor."
55 mujeres asesinadas por sus parejas en 2023. No está de más profundizar en los textos de María Zambrano. Son de total actualidad a pesar de estar escritos hace casi 100 años.


PARTE 2 

María Zambrano fue una mujer de entreguerras. La 1ª Guerra Mundial se inició cuando ella tenía 10 años. Padeció el sufrimiento de tener a su novio Gregorio destinado en la Guerra de África cuando tenía 18 años. Por supuesto vivió y padeció los efectos de la Guerra Civil española. La 2ª guerra mundial coincide con el inicio de su exilio en el 39 y llegó a conocer la Guerra del Golfo Pérsico. Vive una madurez vinculada al horror de las contiendas bélicas no sólo por la pérdida de seres queridos sino por la experiencia del exilio, en el caso de María Zambrano uno de los más largos de la historia de los intelectuales españoles. 

Primera infancia. (1904 a 1908).

Nace en Vélez Málaga, un pueblecito de la provincia de Málaga en 1904. Cuando tiene cuatro años la familia se traslada a Madrid. De este tiempo existen algunos recuerdos. Su padre, el patio de la casa, el limonero, el aroma… En el caso de María Zambrano, se pueden identificar dos raíces importantes que imprimieron carácter a la escritora en esta primera etapa: Sus padres, ambos educadores y la tierra andaluza, si bien Castilla más adelante dejaría también una profunda huella en su vida. No he encontrado datos de si volvió después de regresar del exilio a Andalucía, salvo para ser enterrada. 
En la dedicatoria de su primera obra publicada, dice de su padre: “Porque me enseñó a mirar”

Segunda infancia de los 4 a los 12 años  (1908-1916)
Tras un año en Madrid, en 1909 se instalan en Segovia donde María pasará de la infancia a la adolescencia. Allí nace su única hermana, Araceli, con la que tendrá un vínculo que durará toda la vida. No hay hijos varones en la familia. En 1913 comienza el bachillerato en el instituto de Segovia. Solo había dos chicas en la clase. 

Adolescencia de los 12 a los 17 años (1917-1921)
María fue, desde muy jovencita una chica apasionada. Sus primeros amoríos con Miguel Pizarro, primo hermano suyo, se inician cuando ella tiene 13 años. La relación se comienza en 1917 y termina de forma “obligada” en 1921 al no ser aprobada por el padre de María. Don Blas Zambrano se opone a dicha relación preocupado principalmente por los problemas de consanguinidad que podía acarrear. Miguel Pizarro fue el gran amor de María, un amor imposible y también decisivo en la carrera de la pensadora malagueña. Ella tiene 17 años cuando termina esta relación. Miguel Pizarro se “marcha” a Japón. 

Juventud de los 17 a los 24 (1921-1928)
Cursó estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid donde tuvo profesores insignes como José Ortega y Gasset, del que fue discípula, Manuel Gª Morente, Julián Besteiro y Xavier Zubiri por citar algunos. Participó en la vida intelectual de la capital y colaboró en Revista de Occidente y otras como La hora de España y Mono Azul. En 1928 inició su doctorado y con sólo 27 años fue nombrada profesora auxiliar de Zubiri. Una mujer tan joven y dicho con términos llanos, adelantó por la derecha a pensadores de primer nivel y de mayor edad atreviéndose, por ejemplo, a ir un paso más allá de la razón vital de Ortega, con su razón poética. En ello existen claras influencias de Antonio Machado, amigo del padre de María Zambrano, entre otros. 

Cito
Ella convertirá la razón vital en razón poética. Zambrano siempre consideró a Ortega como el filósofo de España, su maestro. Sin embargo, a partir de 1934 la relación entre ellos no fue la mejor. María Zambrano publicó un ensayo titulado Hacia un saber sobre el alma donde creía estar desarrollando la razón vital, ella pensaba que caminaba por el mismo sendero de su maestro, pero él no lo percibió así. La llamó a su despacho y la reprimió, le dijo que ella carecía de objetividad. Él percibió el escrito como un alejamiento de su pensamiento, un desvío. Zambrano salió llorando del despacho, sabiendo, como escribió en 1987, que había terminado su total discipulado con Ortega. 
Fin de la cita

De la pasión y el carácter de una María Zambrano en torno a los 20 años dan fe también sus cartas a Gregorio del Campo, su segundo novio. La relación se inicia hacia 1921. Gregorio es un joven alférez destinado al frente en la guerra de África. Fue una relación compleja, llena de altibajos emocionales que han quedado inscritos en la correspondencia que se ha salvado y que María le envió al frente durante casi 5 años. No contamos desgraciadamente con las que él le remitió.

Hay que tener en cuenta que a pesar de tratarse de cartas no destinadas a la publicación en su origen, fueron escritas por María antes de aparecer su primera obra, Horizonte del liberalismo, en 1930 y también antes de que escribiera el texto sobre Eloísa que tenéis en vuestras manos. Entre otras cosas, se puede intuir ya una forma de pensamiento fuera de lo común para una mujer de apenas 18 años. 

Escuchemos por tanto a una María Zambrano muy joven en algunos pasajes de estas cartas. En ellas hay amor, deseo, ausencia, reproches, necesidad, drama, sentido religioso, ruptura… 

1
Si vieras cómo he sentido tu falta hoy; esta noche, cuando tomaba café después de cenar, qué penica me da! cuánto sentí la falta, tan bien como estuvimos anoche. Y pensaba en cuando le tomemos todas las noches junticos, después de haber trabajado en el día, ya solicos, entregados sólo a querernos, qué bien!

2 
Dime, queridico mío, qué es lo que hay en tu alma para que te se (sic) nuble la razón de ese modo? Porque una de dos: tú has estado conforme durante meses enteros con ciertas cosas [...] y hasta contento y me has alentado a mí muchas veces, y ahora te da asco sólo el recordarlas, ¿cómo explicarlo? En fin tengo la cabeza hecha un bolo, me duele y me duele todo el cuerpo y toda el alma. No te digo lo que quisiera decirte pero comprendo que tampoco me es posible ahora el hacerlo. […] Y no tengo fuerza para decirte todo tu proceder pues estoy completamente agotada por el dolor y llena de cariño y de ternura hacia ti, tanto que como tu madre, en una carta que yo tengo te digo que si me matases te lo perdonaría y moriría con gusto. Sólo te deseo una verdadera conciencia y limpia y sana y una vida buena y feliz. No tengo fuerzas ni para decirte más, ni para sostener la pluma siquiera. 
María 
Ayer no me levanté; estuve bastante mal; hoy estoy mejor, pero abatidísima; el médico lo ha notado.

3
Pero cuando vengas haremos cosas verdad? no permaneceremos parados, seguiremos nuestro camino adelante, nuestra vida siempre la misma y distinta, la misma porque nada hará cambiar nuestra fe y nuestros ideales pero cada día nos traerá una nueva inquietud y una nueva verdad. No quiero nene que nos petrifiquemos como buenos burgueses; no, los espíritus fuertes a medida que la vida les va arrojando el peso de sus desengaños y vulgaridades, son más jóvenes guardando intacto, nítido el germen de su idealidad y de su fe en los altos valores de la vida. Pero hay que reconocer q. nene -y no te me enfades- que lo que la gente entiende por normalidad es la vulgaridad perfecta y el materialismo más estúpido, no la gente que ha sentido en sí vibrar la voz del espíritu, no ha sido nunca del todo normal como el vulgo entiende ¿no ves nenito que la gente, la gente materialista y cobarde entiende por normalidad el espejo de sus egoísmos y ramplonerías y tiende siempre a rechazar todo aquello que puede elevarlos un poco despegándoles del suelo donde con tanta fuerza están agarrados? 
(Ahora suenan en la calle unas panderetas! Que Dios te bendiga a ti y proteja el sueño de nuestro nene, hasta que otra nochebuena más dulce nos junte a los tres.
¿Recuerdas el año pasado? ¡Quién nos diría q. tan pronto íbamos a tener un nene! Adiós, perdona esta carta tan tonta.
Te quiere y te abraza tu chonflica.

4
Hacía algún tiempo que tenía ya adormecido el sentimiento religioso, por el contrario de otras veces que era mi vida toda; y es que en mí, religiosidad va unido a dolor e inquietud, sólo siento a Dios en el sufrimiento y en la duda y sólo me he dirigido a él con toda el alma como a un ser conocido, sólo lo he visto cierto en momentos del más vivo dolor, o de la desesperación más completa de las cosas del mundo. Porque es muy cierto que la satisfacción completa, el completo equilibrio, la salud de cuerpo y alma excluyen al sentimiento religioso, a la preocupación por las cosas de otro mundo. 

5
¿De veras nene que te acuerdas de mí mucho y me quieres, me darías ahora mismico muchos besos, muchos, no te cansarías de tenerme estrechadica contra ti horas enteras? Ya verás luego, las cosas que yo voy a hacer para tenerte siempre contento y que seas feliz. Pero con una condición todo, y es que cuando te enfades, no te vayas «solo» como hacías antes; cuando estés «morronguico» pues conmigo todo el tiempo, nada de irte, allí conmigo, que le abrazaré en silencio, estaré a su lado, cerquita, muy cerquita, pero callada; verdad nene que no te marcharás, que te quedarás conmigo, y cuando me quieras regañar, pues me regañas, yo me vengaré luego dándote muchos besos. 
Adiós riquín, vidita mía. No sigo porque cada vez me estoy poniendo más loquita y voy a perder hasta la noción del sitio donde me encuentro.
Muchos besicos de tu nena 
María
Mándame tú un poquito de pelo tuyo, para que me lo coma.

6
En fin, voy a acostarme ¡hace un frío! y pensar q. en noches crudísimas como esta nos hemos estado tú y yo en el balcón hasta las dos de la mañana, charlando, sintiendo al par nuestras almicas llenas de entusiasmo, sin darnos cuenta de nuestros cuerpos heladicos de frío; luego yo me acostaba y no podía entrar en calor en toda la noche. Ya eso no nos volverá a pasar cuando estemos juntos, no volveremos a pasar más frío por las noches charlando, separados por una atmósfera helada; estaremos junticos y a lo mejor seremos malos, pero no ¿verda[d]?

7
Yo envidio, a las personas q. con vivir lo corriente, tienen bastante: comer, dormir, pasear, hacerse trajes, ir al teatro, leer algo… qué bien si yo me conformara con eso, pero es inútil, necesito algo más, una actividad por mi parte, pues tengo así como la conciencia del deber de ello, y no cumpliéndolo no estoy tranquila.

8
Tú ya sabes que yo necesito una vida activa, espiritual, por eso contra todos los obstáculos -que son muchos- sigo mi carrera. Y no estaría bien que una mujercita de tantas ambiciones tenga un marido dejado y holgazán. Si quieres permanecer cerca de mí, vivir conmigo, has de cultivar tu espíritu, has de tener una actividad; de no ser así, fatalmente, necesariamente, sin que nosotros podamos impedirlo, nos alejaremos cada día más uno del otro hasta q. acabemos por ser unos extraños.
La cuestión -como ves- es un poquito digna de ser pensada y tenida en cuenta en tus decisiones. Por lo demás, te quiere y te da muchos besicos -más aún te guarda-
Tu María 

9
Hoy 7 de junio 
Querido feo: No puedes imaginarte qué ratos tan horribles paso desde que he llegado. ¿Por qué te querré yo tanto, para sufrir de este modo y pasarme en este estado tan lamentable un día y otro? 
Anoche en la cama un rato sin poder dormirme como en los minutos más desgraciados de mi vida, y todo el día de ayer llorando estuve y sin comer nada más que café con leche. 
Hoy casi lo mismo, tengo una tan gran dejadez y debilidad en todo mi cuerpo que ni mantenerle puedo, y todo por quererte tanto, por qué te querré, si me haces sufrir. 
Sólo la idea de que puedas marcharte otra vez a Ceuta sin yo haberte visto me pone a morir, me enloquece. Y tu carta escrita en Madrid? Sólo el ver la fecha me parte el alma ¡haberte tenido tan cerca! Tan cerca y no haberte visto parece imposible verdad? Y ha sido verdad y bien verdad, ya ves y qué cerquita, como que estuve en La Cibeles, allí al lado de la Estación, y yo quería haber ido a la Estación... pero como no sabía nada de ti me lo quitaron de la cabeza ¡si hubiera ido! Esto es lo que me desespera, esta es mi idea fija, por qué no iría Dios, por qué no iría? Pero tú también, eres de un modo. Yo no puedo tener en ti confianza ninguna pues siempre me defraudas, siempre. Quién iba a pensar que tú en Madrid no ibas a venir a Segovia? vamos a ver: yo o estaba en Madrid o estaba en Segovia, por qué no viniste! que estaba? me habrías encontrado, que no, pues haberte esperado o haberte vuelto a Madrid con mis señas. Otra cosa.
Haber puesto a casa una conferencia telefónica y te hubiesen dicho donde estaba yo, o haber ido a la universidad y haber visto la citación de exámenes de griego. Pero nada, nada, una vez más me has demostrado lo poquísimo, lo nada que eres capaz de hacer por mí! Te convences?
¿Para que te conocería yo? para ser la mujer más desgraciada de la tierra, para lo único que no me abandonas, por más que ya me tienes bien abandonada!… qué horror! tú no me quieres, no es posible que me quieras, al menos tu cariño no es comparable con el mío, qué horror!
Yo solo te pido una cosa, y es que te hagas cargo de una vez, ya que yo no puedo vivir así, que es menester que esto cambie de rumbo, porque yo no puedo resistir esto por más tiempo. Es un verdadero martirio el que por ti estoy pasando, y ya no puedo seguir resistiendo. Si no me quieres, mejor será que me mataras de una vez o que me lo digas y me moriré yo sola pues es lo mejor, yo no puedo seguir esta vida.
Es espantoso todo esto, ahora que debía estar contenta que podría ser feliz es cuando más sufro ¡y qué carta la que me escribes de Madrid, casi me dices en ella que no vas a venir a verme! pues mira vienes, vienes y me matas, ya está, pues no hay derecho a tenerla a una así, sin dejarla vivir, y mil veces mejor es que la maten a una, además de que es tu deber: o portarte bien conmigo y tenerme contenta o quitarme de en medio para que no sufra más, pues lo contrario, es un verdadero crimen.

10
En fin, ya no tiene remedio. Adiós. Ya lo sabes ahora ya tienes libertad para hacer lo que quieras; libertad por tu cargo, pues ya estás en medio de la calle y no tienes que obedecer a nadie, libertad por mí… Ahora haz lo que quieras.
Si quieres venir, bienes; si no me envías las pocas fotos q. tienes mías, también la grande que tiene tu madre, pues ya no la querrá para nada; las cartas, las quemas; yo haré lo mismo. De todas las formas, me escribes con lo que pienses. 
María.

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María Zambrano, que mostraba ya una madurez intelectual a muy temprana edad, sufrió un episodio devastador. Fue madre a los 19 años y su hijo murió al poco tiempo de nacer. Sobre este hecho hubo siempre por parte de María y su entorno un mutismo sepulcral. Gracias a la recuperación y publicación de estas cartas pudimos saber más de aquel doloroso hecho. En este epistolario del que hemos escuchado algunos extractos aparece también esta carta en la que María Zambrano se dirige al “nene”, su hijo recién fallecido. Así escribe a su hijo muerto

Cito 
Nene ¿por qué te has ido sin despedirte de tu madre, por qué te has ido sin que tu padre te dé un beso? ¿hijito por qué te has ido donde tu madre no te puede ver, donde vas a estar solo? Aunque hayas ido al cielo ¿qué te importa a ti Dios y esa gente? no estarías mejor con tu madrecita que pronto iba a ir contigo. Nene, ¡qué solito estarás! ¿tendrás frío debajo de la tierra, echarás de menos tu cunita y tu manta y tu toquillita blanca? Ay, si yo estuviera ahí te lo pondría todo, todo para que no tuvieras frío: tus faldoncitos que tu madre te hizo, toda tu ropita y te metería en tu cunita para que te siguiera arrullando y meciendo. ¿Me traerá mi madre un pelito tuyo, ese pelo tan negro que tenías, como el de tu padre? ¡Qué pena, si me aprieto los pechos aún sale leche, la leche que era para ti nene y que no llegaste a tomar! Nene, hijito mío, nene pequeñito, dónde estás por qué te has ido, di, por qué te has ido si eras muy guapo y tenías unos ojicos negros muy grandes llenos de inteligencia, todavía los tendrás, nene, ya cerradicos; tu carita tan mona parecerá de cera, tus manitas chiquininas que sostenían tu cabecita cuando tenías un día, aquellos ojos que iban a la luz, nene pobrecito nene, ya no verás más la luz, la tierra caerá sobre ellos y una eterna oscuridad. 
Fin de la cita

Imaginemos por un momento lo que pudo sufrir al perder a su hijo, una joven de 19 años, enamorada, sola en Segovia, con su novio y padre de la criatura en la Guerra de África y en un ambiente en el que, un embarazo fuera del matrimonio, era una deshonra para la familia y una situación en la que ella se convertía en el foco de todas las miradas y los chismorreos del pueblo, un pueblo como Segovia en los años 20. María fue una mujer de un carácter absolutamente excepcional para vivir la adversidad y que nos ha dejado no pocas muestras de una resiliencia fuera de lo común, por muchas de las circunstancias que atravesó, además de un exilio de 45 años aceptado por no traicionar sus convicciones más profundas.

La María Zambrano mujer, adolescente enamorada, joven apasionada, madre de un hijo que muere al poco de nacer, separada, casada, viuda, exiliada, la “dama errante” que retorna a su país después de 45 años de destierro. Esta es la María Zambrano a la que intento acercarme teniendo presente su dramática experiencia de la maternidad, de la pérdida, del duelo, del dolor, del sufrimiento, de este desgarramiento de entrañas. Las circunstancias que tuvo que vivir, sufrir y aceptar por impuestas, conformaron, me atrevo a decir, si no la raíz principal de su pensamiento, al menos uno de los pilares fundamentales de su razón poética. 

Primera Madurez de los 24 a los 32 (1928-1936)
María y Gregorio ponen fin a su relación en 1928. Gregorio del Campo ascendería de rango hasta Capitán de Artillería. Casado posteriormente con otra mujer y con una hija de 14 meses fue fusilado en Pamplona el 6 de septiembre de 1936, ocho días antes de que María Zambrano se casara con Alfonso Rodríguez Aldave, diplomático e intelectual al que conoció en las Misiones Pedagógicas en las que participó activamente y fueron años de compromiso político vinculada a la República. María tenía 27 años. 

Cito
Entre 1931 y 1936, la labor del Patronato a pesar de los intentos de sabotaje durante el Bienio Negro), llegó a cerca de 7000 pueblos y aldeas, a través de 196 circuitos de Misiones Pedagógicas, con la participación aproximada de 600 "misioneros". Hasta el 31 de marzo de 1937, se repartieron 5.522 bibliotecas, que en conjunto sumaban más de 600.000 libros. El Coro y Teatro del Pueblo realizó 286 actuaciones, y las Exposiciones Circulantes de Pintura del Museo del Pueblo, pudieron verse en 179 localidades. 
"Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas como en otro tiempo. Porque el gobierno de la República que nos envía, nos ha dicho que vengamos, ante todo, a las aldeas, a las más pobres, a las más escondidas y abandonadas, y que vengamos a enseñaros algo, algo que no sabéis por estar siempre tan solos y tan lejos de donde otros lo aprenden, y porque nadie hasta ahora ha venido a enseñároslo; pero que vengamos también, y lo primero, a divertiros".5​
Manuel Bartolomé Cossio, diciembre de 1931.

Fin de la cita

Segunda Madurez de los 32 a los 80 (1936-1939-1984)
Estos son los años de la Guerra Civil. María se involucra en actividades sociales y políticas. Es el periodo que comprende el largo exilio de María Zambrano que vivirá en Francia, México, Puerto Rico, Cuba, Italia y Francia de nuevo en La piece, en la comarca del jura Francés fronterizo con Suiza hasta su regreso a España 45 años después, el 20 de noviembre de 1984. Muere en Madrid el 6 de febrero de 1991 y está enterrada en Vélez Málaga, su pueblo natal.


PARTE 3

María Zambrano en los personajes femeninos de sus obras.
Muchos son los textos (ensayos, artículos, conferencias, poemas…) que nos ha legado María Zambrano tras una larga vida y una obra fecunda pero los referidos explícitamente a la mujer o materiales que otros han aportado sobre el tema son las fuentes de las que he bebido para, en la medida de lo posible, alimentar esta ponencia. 

Cito tan sólo algunos en los que María escribe sobre la mujer o con la mujer como protagonista:
- La columna “Mujeres” en El liberal 1928 
- Eloísa o la existencia de la Mujer, artículo publicado en 1945 en la Revista Sur, fundada y dirigida por Victoria Ocampo. 
- Comentario a la obra Grandeza y servidumbre de la mujer, de Gustavo Pittaluga, Revista SUR 1946.
- La mujer en España. Un capítulo dentro de su obra La España de Galdós. (1960).
- La tumba de Antígona, (1967).
- Diotima de Mantinea (1979).

Como digo hay muchos más y en toda su obra aparecen fragmentos referidos a la mujer que podrían ser objeto de un estudio detallado. De hecho María Zambrano quiso escribir una historia de las mujeres desde la perspectiva de la razón poética pero no llegó a hacerlo.
Entre sus influencias y no sólo de filósofos o escritores, encontramos a Miguel Pizarro, su maestro Ortega, Zubiri, San Juan de la Cruz, Sófocles, Zurbarán, Cervantes, Unamuno, Antonio Machado, Emilio Prados, Picasso, Ramón Gaya entre otros… 
En las obras y artículos ya citados aparece una María Zambrano que nos revela su pensamiento y sus vivencias, las de sus seres queridos, o momentos de su vida a través de personajes femeninos como por ejemplo en La tumba de Antígona, con las dos hermanas como protagonistas de la obra de Sófocles. 

Cito
“La pensadora malagueña reflexiona sobre la tragedia griega, el delirio, la piedad y el amor, ejes fundamentales sobre los que gravita La tumba de Antígona que vio finalmente la luz en 1967”
Fin de la cita

Otro ejemplo lo tenemos en Diotima de Mantinea, obra en la que María Zambrano nos presenta a una Diotima reinventada, sacada de su espacio mítico, alejada de Sócrates para mostrarnos un pensamiento moderno sobre la condición femenina.

Me extiendo algo más refiriéndome al texto Eloísa o la existencia de la mujer. Se trata de un texto breve que se inspira en la historia medieval del amor entre Abelardo y Eloísa. Lo he leído varias veces y tengo que deciros que cada vez que vuelvo a sumergirme en esas pocas páginas se acrecienta la certeza que tengo de que este es, en mi opinión, uno de los mejores que ha escrito María Zambrano con la mujer como protagonista. En otros trabajos los personajes de Antígona o Diotima por ejemplo representan un papel en el que la mujer es metáfora de algo, que no llega a expresarse íntegramente, o que no consigue desasirse de sus míticas cadenas, pero esta Eloísa que nos presenta Zambrano es la mujer, en toda su dimensión. Es la mujer esencial. La mujer que se planta en la historia, que dice basta, que encarna a todas las mujeres que asumen el protagonismo de sus vidas, no sin sacrificio, para poder descubrir su auténtica identidad.

Un homenaje explícito a las mujeres que no ceden, que no cesan hasta ver su vida cumplida, que no aceptan ser musas encerradas en un poema, ni habitar en construcciones platónicas para colmar la sed insaciable de los poetas, hombres al fin y al cabo. Mujeres que aceptando la pérdida del amado, en este caso, incluso habiendo parido a un hijo común, han llegado hasta lo más profundo del amor, de su amor propio, amando con dolor y sin medida hasta renunciar, como Eloísa, sine die a lo que más quería. Mujeres al borde de la mística. Aquí Zambrano nos habla de dos seres reales y nos dice claramente qué tipo de mujer es ella, no qué tipo de mujer le gustaría ser. Lo ha dicho con su vida, con sus relaciones, con sus renuncias, con sus dolores, en sus cartas y en muchos de los pasajes de esta obra es palmaria su presencia. Ella puede ser la Eloísa que nos presenta y ellos, los hombres de su vida, sus amores, su padre, Ortega incluso… tienen siempre algo de Abelardo o también de Fulberto, el tío canónigo de Eloísa. No sigo para no hacer más spoiler de la historia y si os parece termino leyendo algunos extractos de Eloísa o la existencia de la mujer.

En la cosmogonía rilkeana, [...] la muerte es la única transformación posible a que el ser de la mujer, alma y amor, puede llegar. Vírgenes intactas, amantes sin amor, con el amor enterrado vivo en la urna de su corazón. Imposible cristalización de la mujer en la vida, perdida en una desdichada maternidad o en un banal intento de independencia. [...] Nada sabemos de la ulterior transfiguración de estas mujeres, esencia de la femineidad. Tan sólo alusiones a la música, tan sólo sus cantos, sus dolientes voces mezcladas con el viento; lamentos deslizados en los lamentos cósmicos. Diríase que la mujer, sin lugar en la vida, no lo halla tampoco en la muerte, quedando así en ese confuso límite entre ambas; la lamentación, el quejido débil e ininterrumpido; la vida de un sollozo y la eternidad de una lágrima que rueda por una mejilla inexistente; sonido de una voz sin palabra y sin garganta. 
[...]
Y esta situación errabunda de la mujer es la que canta el poeta. Realidad fantasmal, que los pueblos de todas las épocas han dramatizado en esas figuras femeninas indecisas y errantes, que traen el maleficio al mortal que se atreve a mirarlas.
[...]
“Lo humano” es el contenido de la definición del hombre, y la mujer quedaba siempre en los límites, desterrada y, como toda realidad, rechazada, infinitamente temible. Sólo en su dependencia al varón, su vida cobraba ser y sentido; mas en cuanto asomaba en ella el conato del propio destino, quedaba convertida en un extraño ser sin sede posible. Era la posesa o hechizada que, vengadora, se transformaba en hechicera. 
[...]
¿Habrá alguna manera de que la mujer encuentre su modo de vida participante en la aventura varonil de la libertad, sin dejar de ser alma? ¿Habrá existido alguna mujer que a través de una pasión dolorosa y fecunda haya logrado servir a la libertad en que el hombre quiere adentrarse? Si la ha habido su ser estará logrado, y no será ya ni hechizada, ni hechicera. El nombre de esta mujer es Eloísa. 

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¿Cuál fue la hazaña de Eloísa, la que le da nombre perdurable y conquista sede para un modo femenino de ser? Fue la mujer que sin desprenderse de su alma, la salvó entregándola a lo que parece ser su contrario: la libertad. 
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Eloísa en su pasión vive este drama y ofrece por su hazaña un modo de ser mujer sumamente fascinante e infinitamente noble: se ha entregado a la libertad por la esclavitud. Ella lo sabe cuanto es posible: sabe único su amor, siente único a su amado y su amante, singular personaje en quien podrían descubrirse todos los heroísmos y las torpezas del varón occidental. 

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Eloísa realizó la hazaña de evadirse de esa imagen sagrada. Se escapó de la cárcel de la objetividad para vivir y ser sujeto de su pasión. Se atrevió a existir. “Tú me elevaste por encima de mi sexo” dice a su amante, cuando, ya lejos de la felicidad, le escribe obstinada en la nostalgia. Sintió claramente que se había librado de la pasividad de la mujer para existir, a la manera masculina, con figura y vida propias. Y como tal existencia se la debe al amor y no a sus estudios de Filosofía, percibimos en su amor por Abelardo cierta filialidad. Filialidad que estrecha el lazo indisoluble, y que quizá sea la esencia de la inseparabilidad de ciertos amantes; círculo mágico que crea en los grandes amores la ligazón que ningún destino puede deshacer.
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Eloísa es la mujer real en quien el apartamiento histórico de Eva se cumple. Su amor por Abelardo tiene todos los signos de una alianza con el hombre como nunca se había llevado a cabo. No es la mujer especie, fatalidad y condena de la inocencia del hombre, sino su amiga, su aliada: casi su cómplice. 
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Mientras los demás hombres amaban a la mujer “idea” y convivían con la mujer más o menos imagen de la eterna Eva, Abelardo tuvo mujer en quien la amante se identificó con la amada: raro y precioso suceso en que la mujer entra en la plenitud de su existencia. Existencia es identidad de posibilidad y realidad; posibilidad que estaba encerrada en la “imagen sagrada” como sucede siempre. Identidad de la amada y de la amante fue lo que hizo de Eloísa la mujer real, elevada sobre las demás que solamente eran sombra de su imagen. 
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Era la mujer quien aparecía en la plenitud de su existencia, más allá de los sueños del varón. Mas su ser respondía a ese sueño; era el contenido de la “imagen sagrada” transformada en vida. Era la liberación de la encantada esencia —posibilidad— para fijarla en su realidad, mediante la pasión. 
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Y tal liberación de la esencia oculta en la imagen sagrada sólo se realiza por la pasión, por el padecimiento de alguien que, sin saberlo, se atreve a vivir esa imagen, a serla, verificando la identidad de su esencia. Toda encarnación de una esencia en humanas entrañas es siempre un glorioso y terrible padecimiento. Eloísa lo soportó a lo largo de su vida. 

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Tras el sacrificio viene la tragedia real que Eloísa padece; acepta, después del drama, el lugar que Abelardo le ha asignado. Aceptándolo lleva hasta el extremo su sentido del amor que es su sentido de la existencia como ofrenda. Llega una larga procesión de días iguales, de interminables noches sin sueño, “viuda de un hombre vivo”, en vela perpetua ante el amor que como pájaro sagrado se había refugiado en su corazón. Todo corazón que sobrevive a un gran amor tiene mucho de urna funeraria; incapaz de abrigar ningún otro sentimiento, detenido en el instante mismo en que el amor compartido cesó, tiene mucho de llama cuajada, como si el mismo fuego, al llegar a una total pureza, pudiese cristalizar. 
Es el misterio y la belleza del corazón transparente, cristalización de algo tan vivo y fluido como el sentimiento, y de los sentimientos el más arrebatador, el amor, que por su misma condición llameante y alada parece imposible que pueda detenerse sin volatilizarse o deshacerse en cenizas. Ni el helado soplo, la irremediable ausencia y la soledad, ni la ceniza del olvido apagan la llama en Eloísa, alcanzada ya esa dolorosa transmutación del amor que es la imagen más verídica de la inmortalidad. Sin dejar de estar viva, pues padecía, estaba más allá de la muerte y de la vida. 
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No consumida por el amor humano, transfigurada ya, subiría, paloma en libertad, hacia el amor eterno. 

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Como dije al inicio todo lo que he hecho ha sido tan solo un intento de acercarme a la profunda sensibilidad de María Zambrano. Una mujer para la historia, una mujer cuya voz, gracias a iniciativas como esta, vuelve a resonar con potencia. Una mujer que merece la pena descubrir, ya que al leerla, descubriremos también mucho de nosotros mismos.

Gracias por vuestra paciencia.

Miguel Ángel Blázquez
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