REFLEXIONES
Réplica a mí mismo
(Montaje realizado por Marta Moreno)
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Después de tres años y medio vuelvo a leer el texto (Julio 2016) que incluyo más abajo y tengo que reconocer que cometí un gran error al afirmar que la nada es un estímulo para escribir. La nada es la nada y punto. Es curioso que mis primeros poemas escritos hace más de diez años se recopilen bajo el título «Poesías desde la nada» (Llenas de patéticas rimas por cierto. La que aparece en este artículo es de las pocas que se salvan de esa época).
De no ser por un hecho, un relámpago, un «cambio radical» como lo define Ortega en sus Estudios sobre el amor, y esto lo afirmo rotundamente, es probable que mi poesía no hubiera salido de esa nada. Podría pasarme las horas muertas en la nada, buscando la inspiración de la nada pero de repente, sin que un segundo antes pudiera imaginarlo sucede algo capaz de hacer emerger mi voz más oculta, íntima y desconocida, despertando la verdadera voz poética que habitaba en mis entrañas. Es como si hubiera nacido de nuevo y empezara a hablar otro lenguaje, a mirarlo todo con una inocencia infantil, libre, desinhibida e inconsciente en lucha sin tregua con mi «yo» conocido, con lo que era, acentuando y no censurando ese dualismo necesario en mi espíritu creador. Quizá ese «partir de cero» del que hablo en el texto tenía que ver con este «renacer». Se han roto los esquemas de mi vida y han caído las máscaras que me había ido poniendo a lo largo de los años. La vida podría llegar a ser una «locura» sin sentido, una vida vivida a medias pero cuando algo así te sucede, la vida se transforma en una «locura» con sentido, con esperanza, con pasión y también con sufrimiento y dolor. Esto es todo lo contrario a la nada y nunca tendré palabras suficientes para agradecerlo por mucho que escriba.
«Quien marcha sobre su dolor, -dice Hyperion- marcha hacia las alturas». (Friedrich Hölderlin).
14 febrero de 2020
Miguel Ángel Blázquez
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Nada (21 Julio 2016)

Un fin de semana de esterilidad retadora, de falta de estímulos para escribir siquiera una línea no tendría nada de particular de no ser por el momento en el que me encuentro. Desde hace unos días el horizonte de mis textos ya no es la papelera, como me dijo Marta Moreno, representante de autores, después de una profunda conversación acerca de la vocación de escribir.
Directamente me soltó después de leer algunos textos que casi me obligó a enviarle: ¡Ahora decide si eres escritor o un desquiciado que necesita vaciar el alma en un papel para luego tirarlo a la basura!
Después de esta radical observación no he escrito ni una palabra en el fin de semana. Lo que más me ha inspirado ha sido un puñetero mosquito que me ha tenido en vela hasta las cinco de la mañana. Nada me quita el sueño, ninguna preocupación, nada salvo un insignificante y pertinaz mosquito al que no he podido aplastar contra la pared. Sencillamente me ha desquiciado y me ha obligado a dormir en un sofá.
El caso es que llevo unos días pensando en eso, en la falta de inspiración y me parece que es en sí un gran motivo de estímulo literario. Cuando la realidad no te provoca hasta el punto de pararte frente al blanco y empezar a escribir, cuando lo que te rodea no te seduce, seguramente no es por falta de elementos que puedan crear ese clima necesario para escribir y quiero pensar que el problema estriba en cómo miro yo esa realidad. Parto de una posición ya cerrada, ya errónea porque reduzco la realidad a lo que me inspira.
Volvamos al inicio. ¿La falta de estímulos para escribir no es en sí un gran estímulo? No puedo cerrar aquí la cuestión. Hay que ir más allá. De esa nada puede emerger un relato, un poema o ¿por qué no una novela? pero hay que aceptar el reto de partir de cero. Y cero, es nada, y de esa nada nace la pregunta sobre la propia nada, y ya hay algo, al menos una pregunta, algo a lo que responder.
21 julio 2016
© Miguel Ángel Blázquez
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NADA
Nada, nada, nada, nada,
Nada, nada, nada, nada,
Nada, nada, nada, Tagliatelle
Nada, nada, nada, gente que pasa,
nada, más gente, nada, nada,
una cerveza, nada, nada, nada,
nada que me inspire,
gente igual, gente que no me dice nada,
una música horrible en el Ristorante
y más nada, nada, nada, nada
Espero a que se enfríe la comida,
el pizzero está aburrido,
no hay trabajo y más de lo mismo…
Nada, nada, un mensaje en el móvil,
nada importante, nada, nada, nada,
voy a comer algo, está muy caliente.
Nada, nada, hoy no es mi día.
Nada, nada, nada, nada,
panna cotta de postre,
son casi las doce
y la gente se marcha.
Yo sigo aquí con la nada, dos bicis y nada,
es desesperante la nada.
Agua con gas, poco gas y mucha nada,
demasiada nada.
Cinco minutos para las doce
y sigue sin pasar nada.
Nada, nada, alguien ha empezado a cantar
pero nada, no ha seguido.
Nada, nada, nada, nada,
nada, nada, nada, nada.
¿Me trae la cuenta por favor?.
¿Nada más señor?
No, gracias. Nada más.
Rímini, agosto de 2007
© Miguel Ángel Blázquez
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